Alicia era una políglota peculiar. Estaba especializada en diferentes lenguajes no muy comunes, a saber, conocía el lenguaje de las flores, el de los elfos, el de las mariposas. Vivía en una casa con un hermoso jardín lleno de flores. Ella se encargaba cada día de cuidarlo personalmente. Desbrozaba, podaba, sembraba, regaba... y hablaba y hablaba con los tulipanes, las margaritas, los jazmines...
Un día llegó al jardín una mariposa atraída, tal vez, por su fragancia. Desde el primer momento, Alicia se percató de ella, la contemplaba en su vuelo, cuando se posaba en las flores, y en cada uno de sus gestos, hasta que se decidió hablarle. La mariposa, encantada por la experiencia, no dejó de llegar cada mañana buscando aquella conversación tan amigable que le aportaba energía y vida.
Pero ocurrió que un día la mariposa dejó de acudir a su cita diaria. Al principio, Alicia se preocupó pensando cosas terribles, sabía que las mariposas tienen una vida muy corta. Hasta que la vio revolotear en el jardín del vecino, y se sintió feliz observándola en su vuelo al comprobar su perfecto estado. Sin embargo, le quedó la duda de pensar si ya sus flores habían perdido su atractivo, o era la conversación que ya no le interesaba o el vecino le ofrecía algo que ella no tenía.
Desde entonces, Alicia habló y se identificó tanto con sus flores que la consolaban, hasta que comenzó un proceso de metamorfosis llegando a convertirse en flor, una hermosa rosa azul.
Ahora ambas tienen una vida muy corta.