
Este cuento habla de una sirena que vivía en el fondo del mar. Nadaba con gran soltura, pese a que poseía sólo una aleta en su cola. Pero un día, mientras dormía, fue trasladada, por un tritón malvado -que no había aceptado sus calbazas en esto del amor-, a una playa de nudistas. Cuando despertó en aquella inmensa playa, echó en falta unas piernas con las que poder dejar su huella pasito a paso. Por eso lloró y lloró hasta que sus lágrimas se fundieron con el mar.
Pero no conozco el final porque me marché de aquella playa, desnuda, y nunca más volví.
Quizás tú conozcas el final de esta historia de sirenas.
Soy muy blanquita de piel y, por si eso fuera poco, extremadamente pudorosa con mi cuerpo, así que no acudo a playas nudistas. (Saber que en ellas me encontraría desnudos a todos mis amigos no me ayuda a animarme). Por lo tanto, no sé el final del cuento, pero intuyo que la sirena se buscó alguna clínica de esas de Dermoestética para ponerse unas piernas interminables y disfrutar en la arena...
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Probablemente debió ocurrir algo por el estilo, tengo entendido que existen clínicas especiales para sirenas insatisfechas y no debe ser mala cosa que una sirena pueda disfrutar de un paseo por la arena, mientras deja las huellas de sus pies.
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