lunes, 10 de mayo de 2010

Tomás y su bicicleta

Tomás vivía en un país donde el círculo era el canon. Todo era circular, las plazas, las casas, hasta las personas eran redondas, los días eran redondos...

En el día de Reyes a Tomás le regalaron una flamante bicicleta que era la envidia de todos los niños. Estaba tan orgulloso de ella que retó a una carrera a sus amigos. No había en toda la ciudad una bicicleta tan veloz como la suya, se decía para sí.

Llegó el día tan esperado, y tanto pedaleó y con tanta furia, que se alejó, se alejó tanto que comenzó a oscurecer y no dio con el camino de vuelta. Cuando amaneció, se encontró en un país diferente, donde todo era cuadrado: la plaza era cuadrada, los platos eran cuadrados... hasta el sol se veía cuadrado.

Pronto se dio cuenta que no existía más bicicleta que la suya, en un país donde no se conocía la rueda. Y se jactó de ello, mofándose del atraso tan descomunal y pedaleando tan fuete, para demostrar su habilidad con aquel artefacto, que consiguió romper su estimado juguete. Entonces se dio cuenta de que sin ella era un ser corriente, como todos los demás, un niño más sin nada que lo hiciese diferente. Lloró y lloró hasta que sus lágrimas limpiaron su soberbia.

A raíz de ese momento, decidió caminar y recorrer cada rincón de cada plaza para conocer, conversar y jugar con sus habitantes. Había muchos recovecos, lugares interesantes que explorar. Esquinas y rincones.

Cuando creyó haber aprendido la lección, decidió regresar a su hogar caminando lentamente, recreándose en cada piedra, en cada flor, en cada mariposa... observando todo aquello que un día había dejado atrás cuando iba montado en su bicicleta pensando ganar una carrera.

2 comentarios:

  1. Cuántas veces pasamos así por la vida, tan metidos en nosotros mismos que nos perdemos todo lo bueno que hay alrededor... y en los demás.
    Besitos

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  2. Nos miramos nuestro propio ombligo y no somos capaces de mirar lo que nos rodea hasta que alguna circunstancia nos hace reflexionar.

    Besitos

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